Abr 26, 2023
El plan implicaba una política de shock de corte heterodoxo para frenar la difícil situación que atravesaba el país. Constaba de la sustitución del peso argentino por una nueva moneda, el austral. También implicó la congelación de precios, salarios y de tarifas por un mínimo de 60 días. Reducción de tasas de interés reguladas, aumento de las retenciones, aumento de tarifas y “ahorro forzoso” impositivo de los contribuyentes de mayores ingresos. Además de un crédito para pagar intereses vencidos de deuda externa a los bancos acreedores con la firma de una carta de intención con el FMI.
La medida central fue el cambio del signo monetario, quitando tres ceros al peso argentino para crear el austral que cotizaba a 80 centavos de austral por dólar.
Alfonsín asumió la presidencia de Argentina el 10 de diciembre de 1983, tras más de siete años de dictadura militar, a poco más de un año de la guerra de Malvinas y en medio de una crisis de deuda que afectaba a todas las economías latinoamericanas. Su primer ministro de economía fue Bernardo Grinspun, quien estaba llevando a cabo un programa keynesiano estándar, al tiempo que buscaba declarar la abultada deuda externa contraída por la dictadura como «Deuda Odiosa».
Esto llevó al gobierno argentino a mantener fuertes roces con la banca acreedora, liderada por el Citigroup, por la que intercedió el Fondo Monetario Internacional con fuertes presiones.
Sin embargo, sus política económicas no dieron buenos resultados y en febrero de 1985 Alfonsín desplazó a Grinspun y nombró en su lugar a Juan Vital Sourrouille. El nuevo ministro comenzó a trabajar en un plan para detener la inflación que crecía por entonces un 1% diario.
El plan de «economía de guerra» logró el objetivo de reducir la inflación de un día para el otro, logrando una inflación mensual cercana al 2% mensual en los primeros meses de aplicación. Mientras tanto el déficit fiscal descendió. Pero paradójicamente, se requirió una fuerte expansión de la base monetaria, dado que mientras hubo inflación elevada el público buscaba deshacerse de sus pesos cuanto antes, o bien comprando dólares o bien haciendo depósitos de plazo fijo.
A fines de 1987 el Plan Austral dio muestras de agotamiento. El austral comenzó a desvalorizarse fuertemente con respecto al dólar en el mercado de cambio. La inflación volvió a trepar mientras que la recesión y los conflictos sociales se agravaban más y más.
A mediados de 1988, el plan Austral ya estaba agotado y sus medidas no surtían efecto, por lo cual el gobierno lanzó el plan Primavera. Sin embargo, este tampoco pudo evitar el brote hiperinflacionario con el que terminaría el gobierno de Alfonsín.
Entre enero y junio de 1989 los australes multiplicaron los ceros a medida que crecía la inflación. Como consecuencia Raúl Alfonsín le entregó de manera anticipada el mandato a Carlos Menem, en medio de un contexto de hiperinflación descontrolada.