Conoce más sobre el «planeta de las flores» en Mendoza
Hay 60 agricultores y agricultoras dedicadas a las plantaciones que dan flores de corte ornamentales. Una actividad desarrollada y que ubica a la provincia como una de las plazas más importantes del país.
Esta es una historia de flores. Una historia de ramos. Una historia de Francisco, de Patricia, de Irma, de Gustavo y de tantas otras personas que viven de y por las flores. Vidas atravesadas por las flores que se cultivan por miles en Mendoza para embellecer los ámbitos que habitamos y transitamos. Las llamadas, técnicamente, “flores de corte” para distinguirlas de las que se abren a la vista desde alguna maceta o cantero. Son las flores que nos llegan en ramos vistosamente preparados para sorprendernos o amansarnos y hasta consolarnos.
La actividad productiva, agrícola, que desarrolla el cultivo de las flores es la floricultura. Las flores se “crian” en ambientes cerrados, en invernaderos que son superficies reducidas de 48 metros de largo por 7 metros de ancho, herméticas de estructuras metálicas o de madera, detalla Francisco Ramos, floricultor en su terruño maupucino de Rodeo del Medio, aquí en Mendoza. Un espacio de dos hectáreas donde florecen y se cosechan para luego ser vendidas en los mercados de flores, por supuesto.
Es Maipú el departamento con más invernaderos, los hay también en Guaymallén y Las Heras en menor medida. De acuerdo a la información que aporta Patricia Occhiuto, ingeniera agrónoma y docente de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCUYO, hay unos 60 invernaderos en nuestra provincia.

«Criaderos» de flores
“Crisantemo, lisianthus, gerbera, lilium, alstroemeria, gipsófila, limonium, caspio, clavel, rosa, alelí, fresia, gladiolo, godetia, caléndula, aster, iberia, marimonia, ramillete, siempreviva, estas son las principales especies cultivadas en Mendoza, ordenadas de mayor a menor producción”, puntualiza Occhiuto las especies de flores de corte.
Hace tres décadas que Francisco se dedica a cultivar y observar la vida de las flores. Tiene 5 invernaderos en su pequeña superificie agraria y su emprendimiento familiar «Cultivo Ramos» lo sostiene él y dos personas más. Comenzó con cultivos de flores de corte a cielo abierto. Su devenir fue primero el cultivo de hortalizas, esa transición de verduras y legumbres a las flores finalizó en los invernaderos florales. «Desde ese momento, me dediqué en exclusivo a la floricultura», dijo.

Actualmente, Francisco espera generar un trasvase generacional para mantener la producción y desarrollo de la actividad. Él preside la Mesa Florícola de Mendoza y como dirigente agrícola conoce todos los avatares del oficio y de los movimientos del mercado “emocional” de las flores en ramos.
Especialistas indican que es una actividad con buena rentabilidad, pero basada en la persistencia e inteligencia de las personas floricultoras mendocinas, porque esas ganancias están sujetas a la cuestión cultural. “El consumo está directamente relacionado con las fechas festivas, como los días de la secretaria, del maestro, de la madre, del padre, del amigo o de los enamorados», señala el experimentado agricultor floral.
Desarrollo
El cultivo de flores se ha desarrollado en Mendoza sobre la base de la competencia con producciones de Buenos Aires, el territorio con más despliegue en Argentina. Hace diez años se llegaron a registrar un centenar de emprendimientos productivos de flores porque había logrado un grado de calidad de producción superior a las flores bonaerenses a partir de la mayor capacitación de quienes cultivan a nivel local y a la tecnificación de los sistemas de cultivos.
«Pudimos comprobar que se podían lograr mejores flores que las que se producían en Buenos Aires y que llegaban a Mendoza en camiones térmicos en las fechas de mayor consumo. Conseguimos así ganar el mercado de Mendoza y hasta comenzaron a venir compradores de las provincias vecinas, como San Juan, donde el clima no permite desarrollar el cultivo de flores”, explica Ramos.
Desde el ámbito profesional Occhiuto coincide con Gabriel Pisi, el encargado de la Agencia de Extensión Rural (AER) del INTA, al observar que en Argentina no se le da el valor a las flores como en otros puntos del planeta. Las flores son productos vegetales que producen un factor emocional y una influencia psicológica positiva de las personas que la “consumen”.
El alma agradecida
«Por mi casa pasa una señora que vende flores frescas casi te diría una o dos veces por semana y la gente le compra. Vivo acá en Guaymallén y es gratificante», dice la vecina Irma Loloya como una vivencia cotidiana. Y se refiere a las llamadas «canasteras», mujeres que se dedican a la comercialización de flores de modo ambulante. Caminantes incansanbles de los barrios y las zonas rurales que llevan flores fescas a los hogares.
«Tener flores a nivel de la percepción. Comprarse una flor que nos guste mucho y ponerla en el ambiente donde estamos, evidentemente impacta en la percepción y por lo tanto va a impactar en nuestro estado de ánimo», razona la vecina Irma que es la psicóloga experta en terapia con flores Bach. La pintura cotidiana da cuenta del destino y propósito de este mercado floral, además de las ornamentación de eventos. Las florerías y floristas sostienen esta actividad con buen tono porque es la base del negocio fundado en el confort espíritual.
Hay una observación atribuida a Sigmund Freud que indica como un maestro que nos enseña atravesando los tiempos: “Las flores son apacibles para mirarlas. No tienen emociones ni conflictos”.
Fuente: Unidiversidad / Jorge Fernández Rojas