Calle San Juan
Por Laura Romboli.
Es mítica… bueno, casi. Es intensa, desolada, conocida y ancha. La calle San Juan, en la ciudad de Mendoza, no es cualquier calle. Tiene un solo sentido, pero guarda muchos. Es una arteria que insiste en no ser olvidada.
La calle San Juan permanece. Sobrevive con un espíritu nostálgico, casi prestado. Es ambigua, desconcierta, produce sentimientos encontrados. No la olvidamos, pero tampoco la evocamos con frecuencia. Está ahí, como un recuerdo que se resiste a irse del todo.
Sus comercios se parecen entre sí. Hay algo en ellos que remite al pasado: ese perfume a mercería de barrio, ese silencio de media mañana que suena a corte de luz. Las vidrieras, enmarcadas en maderas oscuras, parecen sostenerse por inercia. Una farmacia conserva un porche con un talonario de números para retirar antes de entrar.
Se ve poca gente caminando y poca actividad en los negocios. Tal vez por eso no hay bullicio, y el ritmo es otro. Hay un boliche que ofrece ruido, pero solo de noche. Durante el día, con las persianas bajas, no se ve amenazante.
Todo es intenso en la calle San Juan. El sol de invierno da de lleno, iluminando los restos de hojas secas que todavía se resisten al paso de la estación. Los árboles no alcanzan a ser protagonistas, y las veredas —más amplias en algunas cuadras— no terminan de brillar.
No hay rastros de modernidad en ningún tramo. Pero ese quedarse en el tiempo se transforma, curiosamente, en una forma de encanto. Una nostalgia querible. Caminarla es, a veces, como trasladarse a algún momento de mediados de los 80.
Si le tocan arreglos, la espera suele ser larga. Los montículos de escombros, las herramientas apoyadas contra un cordón, no desentonan: se integran al paisaje con naturalidad.
Y, sin embargo, cuando no está, la extrañamos. Aunque nadie venga de lejos para recorrerla. Aunque rara vez alguien nos pregunte: “¿La calle San Juan?”. Aunque no sepamos bien si el estacionamiento es libre o pago.
La queremos, aunque a veces no la entendamos.
La calle San Juan es tan nuestra que merece ser conocida, caminada y reconocida. Guarda historias. Mantiene la espalda de unas torres donde viven cientos de familias.
Pero no hay placas, ni actos solemnes. Ella guarda pasado y sostiene el presente.
Es como una fotografía que vive en un rincón de la ciudad.
La calle San Juan es parte de nuestra identidad.
